Los griegos tenían tres palabras para referirse al tiempo: aión, cronos y kairós. Originalmente, aión significaba la duración de la vida; y posteriormente llegó a designar la eternidad. Cronos designaba la sucesión de los acontecimientos, el transcurrir temporal, la duración. En cambio, kairós era el tiempo como oportunidad, el buen momento que hay que aprovechar.
Los griegos usaban otra palabra para designar los cambios propios de la vida, en cualquier ámbito: personal, social o cósmico. Me refiero a la palabra crisis, ciertamente una palabra tristemente popular en nuestros días. Es que el término evoca un momento de incertidumbre. Porque como bien dice el Diccionario de la Real Academia Española, “una crisis es la mutación constante de una enfermedad, ya sea para mejorar o agravar el estado del paciente”. Aplicado al ámbito que se nos ocurra, sabemos que después de una crisis nada será igual.
Pues bien, hay una relación interesante entre las palabras kairós y crisis. La palabra kairós también tenía una aplicación especial en el contexto de la medicina de Hipócrates. Significaba el momento decisivo de la enfermedad, en el que se esperaba que el paciente hiciera una crisis para bien o para mal. En otras palabras, tanto el término kairós como crisis confluyen en su sentido más profundo, como dos ríos que marchan subterráneamente hacia el mismo mar. Y en la Biblia, ambas palabras denotan lo mismo: oportunidad. Esto es lo maravilloso de la Sagrada Escritura: Más allá del tiempo (cronos, duración) renace siempre un sentido de esperanza. Porque para Dios no hay crisis ni incertidumbre.
El Nuevo Testamento utiliza 86 veces la palabra kairós, mucho más que el término cronos (54). El Evangelio anuncia las “buenas nuevas” de la salvación, afirmando: “El tiempo [kairós] se ha cumplido” (S. Marcos 1:15). Existe un “tiempo aceptable” (2 Corintios 6:2) o el “buen tiempo” [eukairós] del “día oportuno” (S. Marcos 6:21), cuando se puede obtener “misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hebreos 4:16, BJ). Por eso es importante “conocer el tiempo” (Romanos 13:11) y “levantarse del sueño”, a fin de responder adecuadamente cuando escuchemos la “voz de Dios” (Hebreos 3:7) que nos invita a la esperanza.
Hoy vivimos en el mundo un tiempo de crisis grave, pero también de kairós, de oportunidad. Los textos más significativos de la Biblia se escribieron en tiempos de crisis. Gracias a Dios! Su Palabra de esperanza nos lleva a mirar los acontecimientos personales, sociales, humanos y cósmicos desde una perspectiva alentadora.
La sabiduría bíblica consiste en la capacidad de percibir el tiempo adecuado (ver Eclesiastés 3:1-8), cuando la espiga está madura y hay que cosechar las gavillas. La persona sabia tiene el coraje de proceder a fin de obtener todo el provecho posible del momento favorable.
A esto aspiraba de algún modo el autor anónimo de este texto, cuando escribió: “Así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar. . . Decidí no esperar las oportunidades sino yo mismo buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución. Descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos. Aquel día descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui. Me dejó de importar quién ganara o perdiera, ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer . . . Anoche decidí cambiar tantas cosas. . . aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad, desde anoche ya no duermo para descansar. . . ahora simplemente duermo para soñar”.
Este momento de crisis es su mejor oportunidad para ponerse en las manos de Dios, a fin de que lo ayude a cambiar y a conservar la esperanza en su vida.
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