Todas las faltas que cometemos son siempre el mal uso de la energía divina que nos es entregada por toneladas cada minuto, en cada latido del corazón. Tenemos pues grandes deudas con el Padre porque hemos desperdiciado Su energía, a veces despilfarrando toneladas de energía en ataques de ira y de violencia. Si le pedimos perdón al Padre instantáneamente, el daño no es tan grande, el castigo no se materializa, primero porque “PECADO RECONOCIDO ES PECADO PERDONADO”, y segundo, porque el Padre siempre nos ha perdonado ya. Somos nosotros mismos los que tenemos que perdonarnos, y esto lo hacemos al reconocer que hemos faltado.
Ahora el punto clave de la cláusula: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Así como tú te conduces hacia tu prójimo, así puedes esperar que el Padre se comporte contigo. Mas, no es el Padre directamente quien te da la recíproca, sino Sus Leyes y Principios. El Padre es siempre Misericordia y Perdón. Son las Leyes las que dan a cada uno su merecido.
Jesús compuso la oración con tal maestría que nosotros, al pedir perdón, si no hemos perdonado a nuestro hermano antes, se nos atajará el pedido en la garganta, no podremos seguir adelante y tenemos que salir a arreglar las cosas cuanto antes.
Si eres de los que ves que todo se te está entorpeciendo, que todo lo que emprendes lo sacas a duras penas, con luchas gigantescas, no se te ocurra decir que es que “no tienes suerte”, o que “tienes muy mala pata” ¡Mentira! Lo que pasa es que eres duro con tu hermano, no has perdonado a alguien, o continuamente culpas a otros por tus fracasos. Primero perdona a todo el mundo. Hazte la obligación de decir esta frase antes de poner tu cabeza en la almohada de noche:
“PERDONO A TODO EL QUE NECESITE MI PERDÓN. A TODO HOMBRE, MUJER O NIÑO. ME PERDONO YO MISMO Y PIDO PERDÓN AL PADRE”.
Y que tu dicho sea sincero, absoluto, amplio, pues si queda en tí algún pequeño resentimiento contra alguien o algo, será un muro entre tú y el Padre. Un muro entre tú y las manifestaciones de paz y prosperidad.
De ninguna manera repitas el acto de perdón que le hagas a alguien, pues sería como reconocer que tu perdón no tiene gran validez. Cada vez que te venga a la mente, siempre di: “YO YA LO PERDONÉ”
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